En medio de nuestro trabajo sobre los deportados a los campos de concentración nazis, descubrimos el caso de Neus Catalá con el libro Cenizas en el cielo. Justo cuando terminamos su lectura y pasábamos a preparar cartas para enviárselas, nos enteramos del fallecimiento de esta mujer luchadora y feminista a sus 103 años.
Ha sido un ejemplo para todos nosotros que ha servido para dar voz a las mujeres que, como ella, fueron víctimas de las ideas fascistas y nazis.
Creemos que es importante valorar su hazaña y su vida y por eso escribimos a su hija Margarita para transmitir nuestras condolencias y mostrar nuestro más sincero respeto hacia la figura de esta increíble mujer como homenaje a las cientos de mujeres que sufrieron y murieron en el campo de concentración de Ravensbrück.
En este apartado vamos a hacer referencia todo lo relacionado con esta mujer tan valiente y luchadora.
Libro: Cenizas en el cielo
Resumen de su vida y de su testimonio sobre Ravensbrück:
Ha sido un ejemplo para todos nosotros que ha servido para dar voz a las mujeres que, como ella, fueron víctimas de las ideas fascistas y nazis.
Creemos que es importante valorar su hazaña y su vida y por eso escribimos a su hija Margarita para transmitir nuestras condolencias y mostrar nuestro más sincero respeto hacia la figura de esta increíble mujer como homenaje a las cientos de mujeres que sufrieron y murieron en el campo de concentración de Ravensbrück.
En este apartado vamos a hacer referencia todo lo relacionado con esta mujer tan valiente y luchadora.
Libro: Cenizas en el cielo
Resumen de su vida y de su testimonio sobre Ravensbrück:
"Ravensbrück aún me impresiona. En cuanto piso Alemania, me cambia la cara y no me doy cuenta. Me viene la entrada, es algo que nunca he conseguido explicarlo, la llegada a las tres de la madrugada por un camino de piedras y con un frío que pelaba.
En el Báltico era el infierno, pero helado y, día tras día, oscuro, tétrico... Siempre me viene aquello".
Lo cuenta sentada en el sillón de su casa en Rubí (Barcelona), mientras sostiene en sus manos una piedra pequeña y redonda. Le encanta la energía de la piedra. Es natural, Neus Català, a sus 95 años recién cumplidos, es una mujer fuerte, de carácter enérgico y rebelde, que sobrevivió por su dureza y su buen humor. Ella asegura que fue cuestión de suerte y tener un espíritu fuerte. Me dice que, en cierto modo, la ayudaron las golondrinas de su calle.
"Me gustaban mucho. Yo no sabía dibujar, pero allí en el campo lo hacía, y esto me ayudó a no pensar en otras cosas".
Nació en Els Guiamets (El Priorat, Tarragona). Hija de campesinos, adoraba a su padre, con quien compartió su pasión por el teatro. Organizó las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña (JSUC) y fue miembro fundador del PSUC. Diplomada en Enfermería, al final de la Guerra Civil cruzó la frontera y se estableció en Francia. Junto con su primer marido, Albert Roger, fallecido durante la deportación, participó en actividades de la Resistencia francesa y llegó a ser enlace interregional con seis provincias a su cargo. Su casa era un punto clave donde escondía a guerrilleros españoles y franceses y a antiguos combatientes de las Brigadas Internacionales. Centralizaba la transmisión de mensajes, documentación y armas. Hasta que fue denunciada a los nazis.
Fue detenida junto con su marido y tres guerrilleros más el 11 de noviembre de 1943 por la Gestapo. Sufrió su primer interrogatorio a punta de pistola en cada sien y fue conducida a la cárcel de Limoges, en cuya komandatur recibió una gran paliza. Fueron dos largos meses y la última vez que vio a su marido.
Como todos los deportados, fue trasladada al campo de concentración a bordo de un tren de ganado en condiciones infectas. El recuerdo de aquellos vagones quedó imborrable en todos, hombres y mujeres. En su interior la situación era insostenible, imperaba el miedo: "Mil mujeres, muchos vagones y cuatro días de viaje sin parar, sin higiene, sin aire para respirar, sin saber qué sería de nosotras. No teníamos sitio para sentarnos, nos apañábamos, poníamos espalda contra espalda como podíamos. Éramos 90 o más en cada vagón con un cubo de basura en medio para hacer nuestras necesidades y que con el traqueteo se volcaba. Olía muy mal. Algunas salieron muertas ese 3 de febrero de 1944, cuando desembarcamos en Ravensbrück".
Comenzaba el ritual del terror que todas recuerdan. Duchas de "desinfección", pelo rapado al cero, inspección de todos los rincones del cuerpo, el traje de rayas y un número. El de Neus: 27.532. Antes que nada, eran encerradas para pasar la cuarentena, momento en que vio morir a varias compañeras. Una de las situaciones más humillantes para las mujeres era el exhaustivo control ginecológico, efectuado en condiciones vergonzosas y antihigiénicas. Con el mismo utensilio eran inspeccionadas todas las presas. "A todo mi grupo nos pusieron una inyección para eliminarnos la menstruación con la excusa de que seríamos más productivas. Ocurrió en 1944; no la volví a tener hasta 1951".
Las embarazadas tenían pocas o ninguna esperanza de sobrevivir. "Se salvaron muy pocas; los bebés nacidos eran automáticamente exterminados, ahogados en un cubo de agua, o los tiraban contra un muro o los descoyuntaban. Ellas agonizaban por las malas condiciones higiénicas del parto o se volvían locas por la impotencia de presenciar tales asesinatos".
Aun así, y aunque parezca imposible, consiguió robar algunas risas a sus compañeras. El domingo era el día destinado al despioje y, por la tarde, al ocio. Neus procuraba distraer a las demás, contar chistes, leer, "lo que fuera, con tal de no dejarse llevar por el abatimiento". "También recuerdo que al principio me dieron unos zapatos del 43 cuando yo calzo un 36, y claro, al ser tan largos, hacía la broma de ser Charlot. Así que le imitaba y nos reíamos un poco".
Una noche irrumpió de repente en su barracón un grupo de Aufseherinen con sus perros ladrando. Llamaron a gritos a varias mujeres, siempre por su número; entre ellas, a Neus. Las presas se despidieron con nerviosismo pensando que era su último adiós, que se trataba de una selección para la cámara de gas. Sin embargo, fueron introducidas en un tren y tras varios días de viaje llegaron a Holleischen, en Checoslovaquia, un pequeño campo dependiente de otro central de hombres, Flossenbürg. Allí fue destinada a trabajar en la industria armamentística nazi. Día y noche se fabricaban armas, obuses, balas, sin parar. "Mientras podías producir, te perdonaban la vida".
En este lugar recibieron un peculiar nombre: el Comando Faul, de las holgazanas, denominadas así por su baja producción de armas. Cada equipo debía fabricar series de 10.000 piezas cuyo funcionamiento correcto se probaba. "En las balas escupíamos o poníamos aceite, porque cualquier cosa mezclada con la pólvora las inutilizaba. No parábamos de escupir. Escupir y ¡sabotear, sabotear, sabotear! En nueve meses en nuestro comando la producción bajó de 10.000 piezas a la mitad. Dejamos 10 millones de balas inutilizadas".
El día de la liberación las encerraron en el barracón y minaron el campo para hacerlo saltar en pedazos a las doce en punto. "Bloquearon las puertas con barras de hierro y vimos que se escapaban las SS. Por la ventana observamos un frente de fuego enorme y supimos que algo pasaba. '¡Están entrando los rusos en Praga, estamos salvadas!".
El primer marido de Neus murió tras la liberación. Dos años más tarde conoció al que fue su segundo esposo en una casa de reposo; con él tuvo a sus dos hijos. Natural de un pueblo de Segovia, Juarros del Río Moros, fue comisario general de las guerrillas españolas.
Años después de la liberación, Neus tuvo el coraje y casi atrevimiento de llamar a la puerta de antiguas compañeras deportadas para entrevistarlas, escribir su testimonio y darlo a conocer a la humanidad. Algunas no quisieron hablar, pero ella no se dio por vencida y persistió. Así consiguió editar el libro De la resistencia y la deportación. 50 testimonios de mujeres españolas, que publicó casi cuarenta años después. La herida aún estaba muy abierta. (Fuente: El País. Supervivientes españolas en el infierno nazi)
Nuestras cartas para Neus Català y su familia. Cada uno de los alumnos y alumnas redactó una carta con sus impresiones sobre la lectura de Cenizas en el cielo y sobre las emociones que les había despertado la vida de Neus Catalá y se las enviamos a su hija Margarita. En el siguiente vídeo se puede ver el trabajo de elaboración de dichas cartas.
Por su parte, su hija Margarita, luchadora y activa también como su madre, nos telefoneó y nos animó a seguir trabajando en este proyecto "tan necesario". Días después, recibimos la siguiente y emotiva carta dedicada al alumnado agradeciendo nuestro gesto.
Antes de nada
pedirles disculpas por contestar tarde. Lo siento, pero he estado muy liada. Por
ser hija de refugiados políticos he nacido y vivo en Francia. Desde que se
murió mi madre, he tenido que hacer
varios viajes a España.
Todas vuestras
cartas me conmovieron mucho. Me consuela
pensar que nuestra madre ha dejado una
huella imborrable.
Quisiera deciros que Neus siempre dedicó los homenajes y los premios a todas las mujeres que formaron parte de su vida:
a las que se quedaron en los campos de la muerte y a las que sobrevivieron e
hicieron el juramento de testimoniar de lo ocurrido en ellos. Y también a las
que lucharon en defensa de la república, de la democracia, de la paz y de la
justicia social, en España y en el exilio.
Por estas razones, a principio de los años
1980 empezó a
recoger datos sobre las resistentes y las
deportadas españolas en Francia. Así viajo, por todos los departamentos
franceses. Pero con el
aprieto que suponía la edad de aquellas ancianas, arrinconadas en el olvido de
todos.
No se trataba de ponerle punto final al
recuerdo. Era cuestión de historia, o sea, de historias singulares que la
conforman. Nuestra madre publico un libro, en 1984, “De la Resistencia
y la Deportación.50 testimonios de mujeres españolas” que hoy es una referencia para los historiadores.
Al leer todos vuestros
escritos pude comprobar que conocíais
bien la vida de Neus. Así que no os contaré sus luchas: la paz, la
libertad, el feminismo, la memoria.
Os hablaré de
Neus como madre.
Nuestra casa
estaba abierta a todos, militantes de diferentes partidos o sindicatos, amigos
con orígenes y sensibilidades diferentes. Se hablaba de todo, no había tema que
se ocultara… nuestra infancia fue sin embargo de lo más normal: Neus nos
contaba historias antes de dormir, cantaba en cualquier momento del día, y por
supuesto nos hablaba a menudo de su pueblo y de España.
Bastaban su vitalidad,
su alegría y su actitud ante la adversidad para darnos una idea de la
resistencia ante las injusticias.
Siempre decía que
nunca habría cambiado su vida por otra. Más allá de los sufrimientos, su
existencia estaba llena de encuentros y de experiencias de los cuales no cabía
arrepentirse.
Ser hijos de Neus
fue un privilegio: una mujer íntegra, firme, fiel a sus ideales y a sus valores
al largo de su vida. Nos enseño a no ser pasivos ante los acontecimientos sino
encontrar la manera de seguir adelante. Y sobre todo nos aprendió a luchar
contra las injusticias, por la democracia y la solidaridad.
Nuestra madre tuvo
la suerte de disfrutar unos últimos años felices en una residencia de su
pueblo, Els Guiamets, con el afecto del personal, la presencia de la familia,
de los amigos y de mucha gente que venía a conocerla. Fue hasta el final un testigo incansable del
horror nazi.
Neus se fue
tranquila y acompañada como se lo merecía.
Hoy, como otras
hijas de deportadas, intento continuar el trabajo de mi madre en el “Comité
International de Ravensbrück” donde represento a España.
La necesidad de
trasmitir viene del deseo de comprender y de no olvidar nunca jamás. Por ello,
la preservación de la memoria se convierte en un deber cívico y os agradezco
mucho el trabajo de memoria que estáis realizando con vuestra profesora.
Y, para terminar, me gustaría deciros unas
palabras que pronuncie al final del funeral:
Para nuestra Neus:
“El fuego y la brasas, el canto a la
alegría, la
lucha, la memoria y el amor.
Así era, es y será para
siempre jamás en nuestra memoria”
Un fuerte abrazo
para, Lidia, Angel, José, Diego, Irene, y todos vosotros…
Margarita Català
van Amsterdam
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