CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE RAVENSBRÜCK: EL PUENTE DE LOS CUERVOS.
Si el caso de los hombres es difícil de investigar y aún queda mucho por descubrir, el de las mujeres deportadas es aún peor puesto que la documentación sobre su paso por los campos de concentración fue destruida.
En su mayor parte, las mujeres, españolas y de otras nacionalidades, fueron deportadas al campo de concentración de RAVENSBRÜCK situado a 90 kilómetros al norte de Berlín, lugar conocido con el tétrico nombre de "El Puente de los Cuervos". En él estuvieron presas unas 132.000 mujeres de 40 países. Entre ellas, unas 400 españolas, de las que tan solo queda una superviviente al morir el pasado mes de abril, Neus Catalá. Aún continúa con vida Conchita Ramos de la que podemos ver su fotografía a continuación.
En mayo de 1939 llegaron las primeras mujeres a Ravensbrück. El campo había sido construido exclusivamente para ellas, pero durante el último periodo de la guerra, en torno a 20.000 hombres fueron enviados allí porque otros ya habían sido liberados por los Aliados.
La entrada al campo de concentración para las mujeres era cruel e inhumana. Como relata Neus Catalá en su libro "De la resistencia y la deportación", "Con 22 grados bajo cero, a las tres de la madrugada del 3 de febrero de 1944, 1.000 mujeres entramos en Ravensbrück. Con 10 SS y sus 10 ametralladoras, con 10 perros lobos dispuestos a devorarnos, empujadas bestialmente, hicimos nuestra entrada triunfal en el mundo de los muertos" A su llegada lo primero que les hacían eran las duchas de la "desinfección", raparlas al cero, inspeccionar todos los rincones del cuerpo y darles su traje de rayas con su número correspondiente. Además, un estricto control ginecológico sin ningún tipo de medida sanitaria ni de higiene y algo terrible, una inyección para eliminar la menstruación de las presas y que así fuesen "más productivas"
Las características del campo no variaban mucho con respecto a otros. El personal ocupado del control de las presas eran mujeres y quienes realizaban la vigilancia exterior y daban la última supervisión, hombres, al igual que los responsables administrativos del campo. Las mujeres eran sometidas a trabajos forzados en fábricas dedicadas, en su mayoría, a la producción de armamento.
A finales de 1941 empezó el exterminio. Se dio la orden de eliminar a aquellas mujeres demasiado débiles o enfermas para producir. También se empezaron con los experimentos médicos inoculando bacterias, realizando incisiones, introduciendo trozos de madera o cristal o probando de la forma más inhumana la regeneración de huesos, músculos y nervios.
En Ravensbrück fueron gaseadas unas 6.000 mujeres, pero al mes morían unas 1.000 por enfermedades y falta de higiene. Las mujeres embarazadas no sobrevivieron y cuando las pocas que consiguieron tener a sus hijos lo hicieron, éstos eran ahogados en un cubo de agua o tirados contra un muro. Se calcula que en total murieron entre 30.000 y 90.000 mujeres.
Al principio, las mujeres "seleccionadas" por considerarse demasiado débiles o heridas eran fusiladas, pero a partir de 1942, las SS empezaron a trasladarlas al llamado sanatorio de Bernburg que, equipado con cámaras de gas había servido hasta entonces al régimen nazi como centro de exterminio de las personas con discapacidad física e intelectual. Por otra parte, el personal de las SS también asesinó a prisioneras en la enfermería del campo mediante inyección letal. A principios de 1945, las SS construyeron una cámara de gas en Ravensbrück antes de que las tropas soviéticas liberaran el campo en abril de 1945.
Las españolas que terminaron en Ravensbrück fueron presas por motivos políticos. En su mayoría habían combatido para defender la libertad y los valores de la II República durante la Guerra Civil Española y tuvieron que exiliarse tras la victoria del bando rebelde. Una vez en Francia, siguieron colaborando, ahora contra Hitler en la Resistencia, sirviendo de enlace o en otras labores de apoyo. Posteriormente fueron capturas por la Gestapo y conducidas a los campos de concentración.
Los monstruos nazis experimentaron con las mujeres en medicina más que con los hombres: esterilización, eliminación de sus hijos ante su presencia, todo tipo de experimentos e incluso la prostitución. En 1942 las SS comenzaron a abrir burdeles en algunos de los campos de concentración. Las autoridades del campo decidieron explotar sexualmente a las mujeres prisioneras, tarea para la que obligaron a prostituirse a más de 100.
Las españolas en Ravensbrück fueron identificadas en el triángulo de color rojo destinado a las presas políticas, en sus uniformes de rayas. Además se les asignaba a su llegada un número de matrícula y perdían su nombre para siempre.
No se tienen muchos datos de las españolas deportadas debido a la destrucción de pruebas que llevaron a cabo los nazis. Actualmente, la Amical Ravensbrück dispone de un listado en el que aparecen identificadas algo menos de 100 mujeres, aunque no todas con la misma cantidad de información.
De Andalucía, aparecen dos: Carmen Zapater Aguilera, nacida en 1912 en Sevilla o Almería y María Antonia Benítez Luque, nacida en La Carolina (Jaén) en 1921 y de la que sí se tiene bastante información. Para documentarla, se ha realizado una entrada en el blog dedicada exclusivamente a ella.
El campo fue liberado el 30 de abril de 1945 por el Ejército Rojo pero los días previos los nazis destruyeron, casi en su totalidad, los archivos para que no hubiera pruebas documentales que les incriminaran. Por otro lado, al terminar el campo en la zona soviética después de la Segunda Guerra Mundial no se dio tanta premura a los juicios sobre los responsables del campo y no se quiso escuchar a las supervivientes hasta no tener clasificados los documentos, casi en los años ochenta.
Las deportadas que sobrevivieron a este campo fueron repatriadas a sus países, sin embargo, las españolas fueron consideradas como apátridas y no fueron reclamadas por el gobierno español. Estaban libres pero no sabían si su familia había sobrevivido, dónde estaban, no tenían dinero y tampoco podían volver a España.
El sentimiento de solidaridad entre las mujeres fue un vehículo de salvación muy importante. En testimonios recogidos de mujeres supervivientes cuentan que se ayudaban mutuamente. Cuando una caía enferma hacíamos todo lo posible por ayudarle. El compañerismo permitió que muchas saliesen adelante demostrando que la humanidad puede con la barbarie.
Además de haber documentado el apartado de las mujeres deportadas con lecturas de artículos y el visionado de vídeos, también nos hemos sumergido en la vida de Neus Català puesto que nos hemos leído el libro "Cenizas en el cielo" de Carme Martí. En él se narra de forma pormenorizada los trágicos acontecimientos que hubo de pasar esta deportada desde que sale de España hasta que es liberada en el campo de Holleischen, cerca de Praga. También continua el libro narrando la lucha que siempre la tenido porque se escuche y se conozca la historia de las deportadas como ella.
Si el caso de los hombres es difícil de investigar y aún queda mucho por descubrir, el de las mujeres deportadas es aún peor puesto que la documentación sobre su paso por los campos de concentración fue destruida.
Españolas deportadas a Ravensbrück. Amical Ravensbrück. |
En su mayor parte, las mujeres, españolas y de otras nacionalidades, fueron deportadas al campo de concentración de RAVENSBRÜCK situado a 90 kilómetros al norte de Berlín, lugar conocido con el tétrico nombre de "El Puente de los Cuervos". En él estuvieron presas unas 132.000 mujeres de 40 países. Entre ellas, unas 400 españolas, de las que tan solo queda una superviviente al morir el pasado mes de abril, Neus Catalá. Aún continúa con vida Conchita Ramos de la que podemos ver su fotografía a continuación.
En mayo de 1939 llegaron las primeras mujeres a Ravensbrück. El campo había sido construido exclusivamente para ellas, pero durante el último periodo de la guerra, en torno a 20.000 hombres fueron enviados allí porque otros ya habían sido liberados por los Aliados.
La entrada al campo de concentración para las mujeres era cruel e inhumana. Como relata Neus Catalá en su libro "De la resistencia y la deportación", "Con 22 grados bajo cero, a las tres de la madrugada del 3 de febrero de 1944, 1.000 mujeres entramos en Ravensbrück. Con 10 SS y sus 10 ametralladoras, con 10 perros lobos dispuestos a devorarnos, empujadas bestialmente, hicimos nuestra entrada triunfal en el mundo de los muertos" A su llegada lo primero que les hacían eran las duchas de la "desinfección", raparlas al cero, inspeccionar todos los rincones del cuerpo y darles su traje de rayas con su número correspondiente. Además, un estricto control ginecológico sin ningún tipo de medida sanitaria ni de higiene y algo terrible, una inyección para eliminar la menstruación de las presas y que así fuesen "más productivas"
Las características del campo no variaban mucho con respecto a otros. El personal ocupado del control de las presas eran mujeres y quienes realizaban la vigilancia exterior y daban la última supervisión, hombres, al igual que los responsables administrativos del campo. Las mujeres eran sometidas a trabajos forzados en fábricas dedicadas, en su mayoría, a la producción de armamento.
A finales de 1941 empezó el exterminio. Se dio la orden de eliminar a aquellas mujeres demasiado débiles o enfermas para producir. También se empezaron con los experimentos médicos inoculando bacterias, realizando incisiones, introduciendo trozos de madera o cristal o probando de la forma más inhumana la regeneración de huesos, músculos y nervios.
En Ravensbrück fueron gaseadas unas 6.000 mujeres, pero al mes morían unas 1.000 por enfermedades y falta de higiene. Las mujeres embarazadas no sobrevivieron y cuando las pocas que consiguieron tener a sus hijos lo hicieron, éstos eran ahogados en un cubo de agua o tirados contra un muro. Se calcula que en total murieron entre 30.000 y 90.000 mujeres.
Al principio, las mujeres "seleccionadas" por considerarse demasiado débiles o heridas eran fusiladas, pero a partir de 1942, las SS empezaron a trasladarlas al llamado sanatorio de Bernburg que, equipado con cámaras de gas había servido hasta entonces al régimen nazi como centro de exterminio de las personas con discapacidad física e intelectual. Por otra parte, el personal de las SS también asesinó a prisioneras en la enfermería del campo mediante inyección letal. A principios de 1945, las SS construyeron una cámara de gas en Ravensbrück antes de que las tropas soviéticas liberaran el campo en abril de 1945.
Las españolas que terminaron en Ravensbrück fueron presas por motivos políticos. En su mayoría habían combatido para defender la libertad y los valores de la II República durante la Guerra Civil Española y tuvieron que exiliarse tras la victoria del bando rebelde. Una vez en Francia, siguieron colaborando, ahora contra Hitler en la Resistencia, sirviendo de enlace o en otras labores de apoyo. Posteriormente fueron capturas por la Gestapo y conducidas a los campos de concentración.
Los monstruos nazis experimentaron con las mujeres en medicina más que con los hombres: esterilización, eliminación de sus hijos ante su presencia, todo tipo de experimentos e incluso la prostitución. En 1942 las SS comenzaron a abrir burdeles en algunos de los campos de concentración. Las autoridades del campo decidieron explotar sexualmente a las mujeres prisioneras, tarea para la que obligaron a prostituirse a más de 100.
Las españolas en Ravensbrück fueron identificadas en el triángulo de color rojo destinado a las presas políticas, en sus uniformes de rayas. Además se les asignaba a su llegada un número de matrícula y perdían su nombre para siempre.
No se tienen muchos datos de las españolas deportadas debido a la destrucción de pruebas que llevaron a cabo los nazis. Actualmente, la Amical Ravensbrück dispone de un listado en el que aparecen identificadas algo menos de 100 mujeres, aunque no todas con la misma cantidad de información.
De Andalucía, aparecen dos: Carmen Zapater Aguilera, nacida en 1912 en Sevilla o Almería y María Antonia Benítez Luque, nacida en La Carolina (Jaén) en 1921 y de la que sí se tiene bastante información. Para documentarla, se ha realizado una entrada en el blog dedicada exclusivamente a ella.
María Antonia Benítez Luque |
El campo fue liberado el 30 de abril de 1945 por el Ejército Rojo pero los días previos los nazis destruyeron, casi en su totalidad, los archivos para que no hubiera pruebas documentales que les incriminaran. Por otro lado, al terminar el campo en la zona soviética después de la Segunda Guerra Mundial no se dio tanta premura a los juicios sobre los responsables del campo y no se quiso escuchar a las supervivientes hasta no tener clasificados los documentos, casi en los años ochenta.
Las deportadas que sobrevivieron a este campo fueron repatriadas a sus países, sin embargo, las españolas fueron consideradas como apátridas y no fueron reclamadas por el gobierno español. Estaban libres pero no sabían si su familia había sobrevivido, dónde estaban, no tenían dinero y tampoco podían volver a España.
El sentimiento de solidaridad entre las mujeres fue un vehículo de salvación muy importante. En testimonios recogidos de mujeres supervivientes cuentan que se ayudaban mutuamente. Cuando una caía enferma hacíamos todo lo posible por ayudarle. El compañerismo permitió que muchas saliesen adelante demostrando que la humanidad puede con la barbarie.
Además de haber documentado el apartado de las mujeres deportadas con lecturas de artículos y el visionado de vídeos, también nos hemos sumergido en la vida de Neus Català puesto que nos hemos leído el libro "Cenizas en el cielo" de Carme Martí. En él se narra de forma pormenorizada los trágicos acontecimientos que hubo de pasar esta deportada desde que sale de España hasta que es liberada en el campo de Holleischen, cerca de Praga. También continua el libro narrando la lucha que siempre la tenido porque se escuche y se conozca la historia de las deportadas como ella.
Por otro lado, adjuntamos un artículo que habla sobre Virtudes Cuevas, una republicana valenciana que sobrevivió a Ravensbrück y que cuenta con la medalla de la Legión de Honor Francesa, la más alta distinción otorgada por el país galo. Amalia Carmen Rosado Orquín ha escrito un libro sobre su biografía prologado por Baltasar Garzón en el que cuenta con detalle las vicisitudes que tuvo que pasar. En este artículo se habla sobre ella. El libro se llama Virtudes Cuevas: una superviviente del campo de concentración alemán de Ravensbrück.
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